martes, junio 12, 2007

La canalla fascista

Cuanto odio, cuanta maldad, cuanta vileza contiene esa carta. Ha visto la luz hace escasos días, a través del diario La Razón, de tendencia derechista. Ha impactado en ciertos corazones con dureza, nos ha recordado lo que fuimos y lo que seguimos siendo. Manuel Luna, fascista granadino desconocido hasta ahora, ha desnudado lo peor de nuestra historia, el crimen implacable de la oligarquía contra el pueblo.

Tantos años después este testimonio brutal destila veneno contra la decencia y la dignidad humanas. Manuel Luna describe los horrores del verano del 36, jactándose del asesinato de intelectuales y políticos adscritos al Frente Popular. Este personaje, surgido de las brumas de la memoria, recuerda con satisfacción las muertes de Virgilio Castilla, Juan José de Santa Cruz o Fernández Montesinos, ejecutados en el cementerio de San José, luces de la República que fueron apagadas violentamente.

A continuación el criminal se centra en el poeta García Lorca. No podemos saber si su relato es totalmente verídico o si en algunas ocasiones fantasea. Afirma que perteneció a la ronda depuradora de Ruiz Alonso. Sin lugar a dudas, Ramón Ruiz Alonso fue el gran responsable del asesinato del poeta.

De profesión tipógrafo, diputado de la CEDA, padre de las actrices Emma Penella, Elisa Montes y Terele Pávez, tachado de "obrero amaestrado" por José Antonio Primo de Rivera. Él firmó de su puño y letra una de las denuncias que propiciaron la detención de Lorca. Formó parte de las Escuadras Negras, cuadrilla mortal que limpió Granada de rojos, al servicio directo del comandante José Valdés, militar y falangista.

Luna termina su memorial de infamias refiriéndose al fusilamiento de Leopoldo Alas Argüelles, rector de la Universidad de Oviedo e hijo del autor de La Regenta. Además de matar al rector republicano, la reacción truncaba la vida del hijo de Clarín. Las clases poseedoras, magistralmente descritas en La Regenta, se vengaban del escritor (muerto prematuramente en 1901) asesinando a su hijo. Cuanto dolor, cuanta impunidad, cuanto fascismo.

Con esta carta, Manuel Luna, maldito sea, pasa a ocupar un puesto destacado en la galería de los horrores del siglo XX español. La vesania del remitente no puede hacernos olvidar la vida y milagros del destinatario, Melchor Fernández Almagro. Para muchos sólo sonará a nombre de calle, pero para uno, que ha visto varias veces su majestuosa tumba en el camposanto granadino, tan cerca del sepulcro de Ángel Ganivet, suena a rabia y a injusticia. Este señoritingo, que trabajó para la propaganda del bando franquista durante la guerra, fue luego crítico literario de ABC y de La Vanguardia, además de miembro de La Real Academia de la Historia. Descubro asombrado que también fue genetista y estableció la genealogía de los rojos españoles. Un nazi granadino, seguidor de las teorías del doctor Vallejo-Nájera. Cuanta desvergüenza, cuanta amnesia.

Por lo visto, y según cuenta el tal Luna, las teorías genéticas de Fernández Almagro fascinaron al doctor Gregorio Marañón, que se encontraba en Francia, dispuesto a hacer méritos para lograr que Franco le permitiera regresar a España. Trataba Marañón, y bien que lo consiguió, que el Caudillo olvidara sus antiguas veleidades republicanas, intentaba borrar su pasado y aclimatarse al nuevo Régimen. Pronto, pudo volver a la patria, incorporarse a su actividad profesional y gozar incluso de la amistad del tirano, que estuvo a punto de nombrarlo ministro en varias ocasiones.

Gregorio Marañón simboliza al intelectual liberal que abrazó la causa fascista, ante el avance revolucionario de la República. Tres fotos ilustran esta biografía. La primera, fechada en junio de 1931, retrata a los cuatro fundadores de la Agrupación al Servicio de la República (Antonio Machado, Ramón Pérez de Ayala, José Ortega y Gasset, y el propio doctor) en las bambalinas del teatro Juan Bravo de Segovia, durante un acto público celebratorio de la recién parida Segunda República. En la segunda de las fotografías, Marañón lee unas cuartillas durante un homenaje al gran escritor Benito Pérez Galdós en el Retiro, en enero de 1933. La tercera de las fotografías muestra el estrechón de manos entre Franco y el doctor, que sonríe visiblemente.

Marañón siempre quiso eliminar su presencia en aquella instantánea de Segovia. Tanto él cómo Pérez de Ayala y Ortega y Gasset lo lograron, los tres fueron franquistas, dudosos y titubeantes, pero sirvieron a la dictadura, cobrando por ello. Sólo Antonio Machado, la dignidad hecha carne, fue leal a aquella fotografía, la pagó con su vida, mientras los figurones liberales maquillaban sus conciencias y amortizaban su traición.

Lo tragicómico del asunto es que uno de los fusilados ante la alborozada presencia de Manuel Luna, el ingeniero Santa Cruz, también formó parte de la Agrupación de Intelectuales al Servicio de la República, al igual que Marañón. Además, Leopoldo Alas Clarín fue mentor y maestro de Ramón Pérez de Ayala. La ruleta de la vida, que encadena actos y personas, unió para siempre la vida de estos españoles, mártires unos y verdugos los otros, en la larga noche del fascismo.

*A continuación, diversos enlaces relacionados con esta noticia, en los que podrán leer la infame carta del cedista Manuel Luna:


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