miércoles, octubre 24, 2007

Recordando a Ben Barka


El pequeño Nicolás, Sarko para amigos y enemigos, no podía disimular su felicidad al compartir Mercedes descapotable con Mohamed VI. El presidente de la República Francesa, de visita oficial en Marruecos estos últimos días, acompañaba al monarca alauita por las calles de Marraquech, saludando al nada soberano pueblo marroquí.

Las calles repletas de gente, al igual que las cárceles de Su Majestad. Los marroquíes despeñando sus vidas en el Estrecho mientras la familia real y la corte holgazanean a cargo del erario público. Nicolás Sarkozy, principal representante del neoconservadurismo en Europa, sonreía junto al autócrata, compartiendo ese dudoso honor con personalidades de la talla de ZP, Felipe González o Juan Carlos I.

El populacho aclamando a su rey, los servicios de seguridad controlando y cacheando al personal, Sarkozy contento en su papel de protector y benefactor, todo parecía tranquilo y sereno, dentro de los márgenes de la normalidad, triste normalidad del Marruecos actual.

De repente, la sonrisa de Sarko se truncó. La decisión de un juez francés arruinó la plácida jornada de los dos mandatarios. De la nada, la figura de Mehdi Ben Barka entró en escena, transcurridos casi cuarenta y dos años desde su desaparición. Precisamente, el día del inicio de la visita del presidente galo a territorio marroquí, reapareció un fantasma del pasado, reclamando justicia.

El secuestro y posterior asesinato de Mehdi Ben Barka fue un nauseabundo crimen de Estado, la venganza cruel de un sistema totalitario contra el más brillante de sus enemigos.

Nacido en Rabat en 1920, primer licenciado en matemáticas de Marruecos, líder independentista en los años de la Segunda Guerra Mundial, fundador del Istiqlal (Partido de la Independencia). Siempre representó al sector más izquierdista y avanzado dentro del nacionalismo marroquí, siendo desterrado al Atlas en 1951. Una vez obtenida la independencia en 1955, el rey Mohamed V le nombró presidente del primer parlamento, un órgano meramente consultivo, totalmente dominado por el monarca.

En estos primeros compases del Marruecos Libre, Ben Barka se dedicó además a viajar, entrevistándose con líderes tercermundistas cómo Nasser, Burguiba, Mao Zedong o Ho Chí Minh. Tras tomar contacto con estos líderes, intentó aplicar experiencias de tipo socialista en el nuevo Estado postcolonial (el trabajo voluntario, por ejemplo).

En 1959, Ben Barka y otros destacados militantes del Istiqlal, junto a los sindicatos y las juventudes del mismo, decidieron abandonar el partido y crear la Unión Nacional de Fuerzas Populares (UNFP). El programa político de la nueva formación exigía una serie de medidas: la celebración de elecciones libres, la promulgación de una constitución, la implementación de la reforma agraria, la alfabetización del pueblo y el fin de la exclusión de las mujeres de la vida pública marroquí. Pronto, la maquinaria represiva extendió sus tentáculos sobre los dirigentes de la UNFP, encarcelando a algunos de ellos y obligando a exiliarse a Ben Barka.

Tras la muerte de Mohamed V y la subida al trono de su hijo Hassan II en 1962, el líder socialista pudo regresar a su país, presentándose a las elecciones legislativas del año siguiente. Antes de que los nuevos diputados pudieran tomar posición de sus escaños, miles de militantes de la UNFP fueron detenidos y torturados, acusados de tramar un complot para asesinar a Hassan. Ben Barka tuvo que escoger de nuevo el camino del exilio, refugiándose en la Argelia revolucionaria, siendo acogido por el presidente Ahmed Ben Bella.

Condenado a muerte en su patria, tratado de traidor por las autoridades marroquíes, Mehdi Ben Barka se dedicó de lleno al movimiento tercermundista, cómo presidente de la Comisión Organizadora de la Conferencia Tricontinental de La Habana de 1966.

El 29 de octubre de 1965, fue raptado por dos inspectores de la brigada de estupefacientes de la policía francesa a las puertas de la cervecería Lips en París, a plena luz del día. Posteriormente fue trasladado a un chalet de las afueras de la capital, siendo torturado hasta la muerte por el general Mohamed Ufqir, ministro del Interior de Marruecos. En esta operación colaboraron tanto los servicios secretos marroquíes, cómo el servicio de contraespionaje francés y la CIA.

Según el testimonio del agente marroquí Ahmed Bujari, que concedió una entrevista a Le Monde en junio de 2001 y posteriormente publicó un libro sobre el asunto, el cuerpo de Ben Barka fue disuelto en una cuba de ácido la noche del 31 de octubre en un centro de detención de Rabat. Un hombre de la CIA, el denominado coronel Martin, supervisó la operación, que fue filmada en video para deleite del criminal Hassan II.

De esta manera, el régimen monárquico eliminaba a su principal adversario, con el apoyo entusiasta del general Charles de Gaulle (presidente de Francia en aquella época) y la connivencia del Imperio usamericano. Ben Barka, socialista, antiimperialista, prestigioso matemático, aliado de Ben Bella y de Fidel Castro, coordinador de los No Alineados, en fin, era un personaje incómodo para los poderosos de todo el planeta.

Ahora, informa Efe "El juez francés (Patrick Ramael) que instruye el sumario del secuestro y desaparición del opositor marroquí Mehdi Ben Barka en 1965 en París ha firmado ordenes internacionales de arresto contra el jefe de la Gendarmería de Marruecos y otros cuatro marroquíes, según informó hoy una televisión francesa". Esta bomba informativa ha explotado ante la mirada sorprendida de Nicolás Sarkozy. No se lo esperaban, ni él ni Mohamed VI. Los principales protagonistas de este drama: Ben Barka, Ufkir, Hassan II, el delincuente francés Georges Figon*; están muertos.

Figon falleció misteriosamente a principios de 1966. UIfkir, el temible general, perdió la vida en 1973, acribillado a balazos en la antecámara del despacho del rey, tras conocerse su participación en un nuevo complot contra Hasan II. Éste último nos dejó en el verano de 1999, dos semanas después de cumplir los setenta años. Cinco de los implicados en aquella monstruosidad siguen con vida, los mismos contra los que Patrick Ramael ha dictado ordenes internacionales de detención.

La justicia de la burguesía es lenta pero oportuna, por lo menos en lo que a Ben Barka se refiere. Esta decisión quizás no sirva para mucho (procesalmente hablando), probablemente ninguno de estos cinco individuos será detenido jamás, pero, por lo menos, el asunto Ben Barka ha vuelto a saltar al tapete de la actualidad internacional.

El tiempo pasa, los hombres también, sin embargo, el sistema permanece:

-El Majzen, ese conglomerado de intereses creados de las clases altas de Marruecos, sigue monopolizando la vida política del país.

-El rey, príncipe de los creyentes, descendiente directo del profeta Mahoma, es el dueño y señor de las vidas de todos sus súbditos.

-La estabilidad de la monarquía, depende en buena medida del sostén de los imperialismos francés y yanqui.

-La antigua potencia colonial, Francia, es de gobernada de nuevo por un gaullista (aunque rebozado en ketchup bushista).

-El pueblo marroquí sigue en la miseria, inmigrando masivamente a la Unión Europea, echado en brazos del islamismo, fomentado precisamente por Hassan II para combatir el nacionalismo árabe y el socialismo.

-El Sáhara Occidental continúa ocupado, antaño por los españoles, en la actualidad por los marroquíes. Sarkozy apoya firmemente el anexionismo de Rabat y ZP, con otros modales, también.

Recuerden ustedes, compañeros lectores, el nombre de Mehdi Ben Barka. Recuerden el nombre de sus asesinos, no olviden los porqués de su asesinato, es nuestro deber cómo ciudadanos honrados y decentes. Sí, decentes, porque la decencia no es patrimonio de los puritanos, y honrados, porque la honradez es totalmente ajena a las clases dominantes. La decencia es prima hermana de la dignidad, de esa dignidad por la que murieron personas honradas cómo Ben Barka.

*Georges Figon, peculiar personaje de los bajos fondos parisinos, fue una pieza clave en el rompecabezas del affaire Ben Barka. Él se encargó de enrolar a la escritora Marguerite Duras y al director de cine Georges Franju en un falso documental, que constituyó la excusa perfecta para atraer a Ben Barka a Francia. Tras el rapto, Figon desapareció de la circulación, haciendo declaraciones para los medios de forma clandestina. El 17 de enero de 1966 la policía descubrió su cádaver en un apartamento de Paris. Su muerte fue calificada cómo un suicidio. La película El asunto Ben Barka (Sérge Le Peron, 2006) cuenta la historia desde el punto de vista de Figon.

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