domingo, octubre 07, 2007

Y Jesús del Gran Poder no murió en la cruz

Lo prometido es deuda. Yo les prometí en el último post un texto sobre la muerte del empresario Jesús de Polanco. Ahora, me dispongo a abordar esa obligación, consciente de que el hecho ocurrió hace casi tres meses, y de que ha sido sepultado por la veloz actualidad.

Me hubiera gustado hablarles del asunto en julio, cuando Polanco falleció, pero este verano he estado muy alejado del ordenador, ocupado en temáticas más terrenales. El óbito de Don Jesús nos parece muy lejano ya que nos han acostumbrado a la infinita sucesión de noticias. Vivimos al segundo, en esta era de la globalización.

Vamos a entrar a matar: Para los lectores de prensa escrita en España (y para los sintonizadores de las radios), Polanco fue casi un mito. Demonizado por la Brunete mediática, caricaturizado cómo el malvado emperador de la progresía. Propietario de periódicos, radios, televisiones, dueño y señor del imperio Prisa. Siempre pasó desapercibido para los medios de su propiedad, siempre estuvo en la sombra.

Jesús de Polanco fue falangista en su juventud, formando parte del Frente de Juventudes, al igual que muchos demócratas de toda la vida. Supo acomodarse a los vaivenes ministeriales entre las diversas familias políticas del franquismo, ganándose la amistad de destacados miembros del Opus Dei. Gracias a estos contactos, dominó el mercado editorial escolar durante años.

Una vez sepultado en Cuelgamuros el tirano ferrolano, los sectores liberales del régimen decidieron crear su propio diario. Nacía así El País. Impulsado por Manuel Fraga y José María de Areilza, dirigido desde el primer día por Juan Luis Cebrián, hijo de un preboste de la prensa franquista y alumno aplicado de Emilio Romero. Para quienes no lo sepan, Emilio Romero fue director de Pueblo, el periódico del sindicato vertical, durante muchísimos años.

El País, liberal y socialdemócrata, felipista y anticomunista, monárquico y oligárquico. Con el pasar del tiempo se ha convertido en una expendeduría de patentes de corso para progres. No eres chic y fashion si no apareces en EPS, no eres nadie en la vida literaria española si no te sacan en Babelia, tu opinión no vale nada si no la imprimen en Miguel Yuste.

Por supuesto, en Prisa prima la endogamia. El tinglado funciona cómo un círculo vicioso, por el cual, los escribientes de El País publican en Alfaguara, sientan cátedra en las tertulias de la Ser o decoran las mañanas de Cuatro. Por supuesto, los empleados del grupo no vacilan en respaldar con su exquisita prosa los intereses económicos prisaicos, denigrando al PCE, ensalzando a Llamazares, insultando a Chávez, pronosticando la muerte de Fidel.

A lo largo de su vida, Polanco siempre estuvo cerca del poder político, con independencia del color del mismo. Supo vestir la camisa azul, seguir el camino de la Obra y lucir la chaqueta de pana con acento sevillano. Nunca soportó a José María Aznar. Últimamente, hasta Rodríguez ZP cayó en desgracia.

En la acera de enfrente, el Sindicato del Crimen agigantó su leyenda, edificó el mito, dividió el panorama mediático en polanquistas y antipolanquistas. Sus mayores enemigos, Pedro Jota Ramírez y Federico Jiménez Losantos, le sobreviven, empeñados cómo están en recuperar la Moncloa para los populares. Otro de sus contrincantes, José María García "Butanito", está sacando a la luz pública lo más sucio de las cloacas hispanas.

Tras su muerte, destacados componentes de la tribu progresista se retrataron, cómo se dice en mi tierra. Entre ellos, el novelista Nobel José Saramago y el ex comunista Santiago Carrillo. El de Azinhaga, coartada izquierdista de Prisa, lloró al millonario, en un artículo lamentable. No se puede caer más bajo, don José. De Carrillo, poco más puedo decir. No es santo de mi devoción, no puedo aceptar lecciones del mayor enemigo que ha tenido el movimiento comunista español.

Muerto y enterrado Jesús de Polanco, el imperio Prisa empieza a alejarse del gobierno pesoísta, buscando un recambio (José Bono, quizás...). Desaparecido el magnate, surge Público, representando a ese sector socialdemócrata de izquierdas, que se había quedado huérfano. Sin Polanco, sus operarios siguen su cruzada contra el Socialismo del Siglo XXI, proyecto emancipatorio y renovador, que les asusta.

Descanse en paz, don Polanco. Sus herederos vigilan el cortijo. Los demás, los que enterraríamos en el mar a polanquistas y antipolanquistas, seguimos en pie, dispuestos a desmoronar sus calumnias, preparados para abrir las nuevas alamedas.

1 comentario:

Gonzalo Bea dijo...

Uno de los mejores textos sobre Polanco que he leido.
Enhorabuena jefe.
Seguré leyéndote