miércoles, diciembre 26, 2007

Recuerdos de familia

Aprovecho la ocasión para dar a conocer una pequeñísima parte de la obra pictórica de Rodrigo Labrac Quiñones. Resulta que este señor, primo hermano de mi abuelo Salvador, fue un artista del pincel y del carboncillo, cualidades que un servidor no ha heredado. Estos dibujos, que he observado y he admirado durante tanto tiempo, fueron realizados en el mes de diciembre de 1943. Rodrigo se los regaló a su prima Conchita, mi tía abuela, que nos los traspasó cuando yo era un chavea.

lunes, diciembre 24, 2007

La Perona, en El Fargue



En la pasada madrugada, intentando dormir, reflexionaba sobre el contenido de este post, que ahora ustedes están leyendo. Bien tapado, danzando de una parte a otra de la cama, desgastando la de por sí floja almohada con mis neuras, reparé en que debía rellenar de palabros esta entrada fotográfica.

Van a pensar mal de mí, lo sé ¿Qué leches hace una persona en sus cabales reflexionando sobre el jodido blog a esas horas? Uno es así, y por mucho que algunos lo han intentado, hoy en día sigo en mis trece, al pie del cañón. Espero no caerme un día del caballo, camino de Damasco, cómo Pablo de Tarso, y acabar de charlatán del anticomunismo. Nunca se sabe, aunque cruzo los dedos, y aprieto el puño, por si acaso suena la flauta.

Hablando de flautas, recuérdenme que les cuente en un futuro (no muy lejano) mi trauma con las flautas dulces. Es algo bastante patético, reflejo de la rebeldía y de la torpeza que me acompañan desde chico. En próximas entregas, desvelaré el enigma.

Después de este peñazo de introducción, en la que he vuelto a escaparme por la tangente, vamos al meollo de la cuestión. Las fotos que coronan este texto son casi inéditas. Con total seguridad, es la primera vez que se publican en Internet. Tengo las originales, gracias a una vieja historia que en su momento relataré.

La protagonista de estas imágenes es la legendaria Eva Duarte, esposa del general Juan Domingo Perón, primera dama de la República Argentina en los turbulentos años del primer peronismo.

Esta mujer, de innegable belleza, magnética en este finiquitado 2007, aun cuando lleva más de cincuenta años enterrada en La Recoleta, es uno de los mitos populares más recordados de Iberoamérica. Y por ende, del diablo mundo.

No voy a entrar aquí a valorar su figura, mis intenciones no van por esos derroteros. Solo quiero regalarles estas fotos, fiel radiografía de una España no tan pretérita. Fueron tomadas en el mes de junio de 1947, durante la visita de Eva Perón a un país derruido, ahogado por la mordaza franquista, hambriento de pan, huérfano de libertad.

El escenario es la Alquería del Fargue, un barrio de Granada, situado en pleno monte, a varios kilómetros del casco urbano. La Eva recorrió la Fábrica de Pólvoras, ubicada en el mismo Fargue, rodeada de la flor y nata del cutrerío oficial.

Generales franquistones, señoronas gemelas de la Collares (1), un pueblo que vitorea a esa rubia fantástica, tan distinta al prototipo de la mujer española. Un icono paseando entre los alcázares de nuestra miseria (Luis Martín Santos dixit), una estrella refulgiendo frente a nuestro yermo cielo.

En 1947 el contexto internacional no era nada halagüeño para el régimen tiránico, por lo menos de cara a la galería. En lo oscuro, EEUU negociaba ya con el Comandantín (2), único vencedor del bolchevismo en el campo de batalla (así rezaba su angustiosa propaganda, estampada en las paredes), futuro feudatario del Imperio. La Argentina de Perón alimentaba a los lejanos españoles, alimentando a su vez las contradicciones del propio justicialismo. La mala fama del general Perón entre las filas de la izquierda española proviene precisamente de su relación privilegiada con Franco, exterminador de millones de esperanzas.

Al final, he acabado opinando sobre el peronismo. Mis males no tienen remedio (risas). A pasarlo bien, amigos. A abusar del cava, a tirase de los pelos con la suegra, que estamos en fechas propicias. Agur.

(1) Así se conocía a Carmen Polo de Franco, esposa del dictador, adicta a la joyería de alta gama, no muy acostumbrada a pagar por las piezas que se le apetecían. Más temida por los joyeros que cualquier quinqui navajero con el mono a flor de piel, ya que estos desgraciados no tenían detrás un estado policial consentidor del delito, augusta protección de la que sí disfrutaba la Señora.

(2) De esta manera apodaron las clases altas de Oviedo al comandante Francisco Franco, novio de la quinceañera Carmen Polo, a mediados de los felices años veinte.

lunes, diciembre 17, 2007

El coronel ya sí tiene quién le reciba


Libia, 1 de septiembre de 1969. Un grupo de jóvenes oficiales, encabezados por el veinteañero capitán Muamar al Gadafi, da un golpe de Estado contra el rey Idris I, derribando la monarquía e inaugurando una etapa decisiva en la historia de África. Gadafi, ascendido enseguida a coronel, estableció un socialismo muy sui géneris, influenciado por el panarabismo de Gamal Abdel Nasser, presidente de Egipto entre 1952 y 1970.

Trípoli (Libia), 15 de abril de 1986. La VI Flota de los EEUU bombardea la residencia del líder libio, asesinando a Jana, hija adoptiva del coronel, y a otras 36 personas. El presidente imperial Ronald Reagan justificó el ataque por la supuesta participación (luego demostrada) del servicio secreto libio en el atentado terrorista contra la discoteca La Belle, en Berlín, perpetrado 10 días antes y en el que fallecieron tres personas (entre ellas un soldado usamericano).

Hotel Hacienda La Boticaria (Sevilla, España), 15 de diciembre de 2007. El coronel Gadafi cena en privado con el ex presidente español José María Aznar, y con su esposa, la concejala Ana Botella. Rodeado de impresionantes medidas de seguridad, agasajado por un séquito faraónico, Gadafi consume las primeras horas de su visita a nuestro país, compartiendo mesa y mantel con el flanco más débil del llamado Trío de las Azores.


Estas tres escenas que acabo de pintarles, de esbozarles someramente, reflejan a la perfección la evolución ideológica y geoestratégica del guía supremo de la Gran Jamahiriya árabe, popular y socialista, durante los últimos 38 años. Tres estampas que ilustran al profano sobre la manera de actuar de los gobiernos occidentales, esos que se dicen defensores de la democracia y de los derechos humanos.

La revolución libia empezó a diluirse tras la desaparición física de Nasser, por mucho que la retórica de Gadafi enmascarara su propio declive moral. Extendiendo su particular visión del socialismo por el continente africano, sosteniendo a dictadores tenebrosos cómo el ugandés Idi Amin Dada, financiando acciones terroristas, en ocasiones contra objetivos civiles, la tercera vía del coronel se fue hundiendo en el fango de la realpolitik internacional.

Enemigo público número uno del imperialismo yanqui, en la época en que el hoy ejecutado Sadam Hussein gozaba de la protección y del amparo de Washington, a la vez que el teniente coronel Oliver North vendía armas a los iraníes, a cambio de dinero contante y sonante con el que alimentar la Contra antisandinista. Satanizado por la gran prensa, caricaturizado, deformado y exagerado su potencial real, Muamar al Gadafi aguantó, pasando a un segundo plano en la escena mundial, cediendo el testigo a Slobodan Milosevic o al mentado Sadam, nuevos archimalignos en el teatro de operaciones de este jodido planeta.

Cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar, cuenta el refrán. Cuando EEUU invadió Irak en marzo de 2003, derrocando al régimen baazista y sumiendo al país en un caos del que todavía no se ha recuperado, el coronel entendió que los tiempos habían cambiado. Seguro que observó la captura de Hussein, barba enmarañada de meses, aspecto lamentable, afeitado prontamente por un diligente marine, y se dijo a sí mismo que él no quería acabar así, prófugo de la soldadesca usamericana, escondido como una alimaña.

Así, el glamuroso coronel acabó negociando con sus adversarios históricos, pactando con los imperialistas a los que siempre denigró en sus discursos, arruinando el poco perfil revolucionario que conservaba. Regalando caballos a Aznar, chalaneando con Sarkozy, organizando conciertos con José Carreras y Lionel Richie.


Sadam acabó en la horca, Muamar despliega su jaima en El Pardo. Comprueben ustedes la enorme diversidad de destinos de los que puede gozar un sátrapa en la era del capitalismo globalizado. Sigan los telediarios, no se pierdan las tertulias radiofónicas, a ver si escuchan a algún locutor reseñar el tenso enfrentamiento verbal entre el capitán general del glorioso Ejército español (alias Juan Carlos de Borbón) y el coronel libio de la chilaba. Disfrutaría con un presentador cualquiera, despeinándose por la emoción, jaleando al monarca y ninguneando a Gadafi. Lloraría de emoción, créanme.

Esta situación nunca llegará a producirse. Porque Su Gangosa Majestad sabe muy bien a quién manda callar. Porque el jefe de mi Estado es rehén de un complicado juego de alianzas por el que se sustenta la hegemonía del Imperio. Y en estas horas, ese deshilachado Gadafi es un peón en manos de los fulleros que nos gobiernan. Estos ganapanes de la democracia sólo se atreven con los malditos, con los peligrosos para los mezquinos intereses a los que sirven. Pongamos que hablo de Hugo Chávez.

Cuídese, mi querido coronel. Ya se deleitó usted con la rica gastronomía andaluza riéndole las gracias al personaje de opereta (Aznarín) y a la relamida de su señora esposa. Ahora, le toca escuchar a Zapatero sin emitir ronquidos, posibilidad profundamente remota, dada la capacidad del susodicho para aburrir a la peña. Le veo muy desmejorado, será cosa de la edad, o un efecto secundario de la cirugía estética.

El capitalismo avanza que es una barbaridad. A los viejos revolucionarios les afeitan los pitones, y mano de santo. El león de Libia no era ni tan fiero ni tan león. Ni dientes le quedan, al animalico.

Descanse en paz, Gadafi. Es cierto, usted no ha muerto, todavía. Su causa sí, sin embargo. El Socialismo de verdad, el que no podrá usufructuar ningún tirano, aquel que resistirá las ofensivas del sistema, vivirá para siempre en el corazón de los hombres. (Y de las mujeres, no vayan a poner precio a mi cabeza las feministas de salón).

miércoles, diciembre 12, 2007

Seguir amando una patria que nunca vimos

oscar

2007-12-09 16:26:59

hoy soy sudaca

Leo estas líneas del estimado compañero y vuelvo a ser niño, estando en el sur de América mis abuelos soñaban con la bandera de franja morada, seguir los acontecimientos de la represión, buscar afanosamente noticias de la familia que permanecía en España, la reuniones con los paisanos, las discusiones sobre los que pudiere durar el franquismo en el poder, hoy España nos duele, nos duele mas que la miseria misma de nuestros pueblos empobrecidos, nos duele el centralismo que aprisiona al nacionalismo, la burguesía corrupta del poder colonizador de su propio pueblo, los viejos ya no están, nunca pudieron regresar, al igual que sus seis hijos, que sufrieron la dictadura telúrica, solo queda los asados de los domingos donde cada tanto luego de unos vinos cantamos las viejas canciones de la república para seguir amando una patria que nunca vimos.

Esta es la España a la que me refería en el anterior apunte. El amigo Óscar lo supo reflejar muy bien en este comentario a mi texto, colgado en Kaos en la Red. Para mí, Kaos es un oasis libertario en el desierto de la revolución, lugar propicio para sentarse a discutir y a conversar, entre compañeros, lejos de la ortodoxia, fuertemente agarrados al compromiso.

Salud y República.

PD: A Óscar, todo mi agradecimiento y mi afecto. Aquí tienes un camarada.

viernes, diciembre 07, 2007

Cierta idea de España


No hablo en este relato de la Segunda República como período político, o histórico: sí de un niño delante de ella. Empezó a vivir en una casa donde una mujer cosía a escondidas los tres trozos de tela llana de la bandera y los ocultaba bajo el colchón como hizo con su bordado Mariana Pineda, y le costó la vida: "¡Yo soy la Libertad, herida por los hombres!", cantaba Margarita Xirgu, camino del cadalso en los versos de una tragedia de Lorca. Todos pagarían esa bandera: la Xirgu en el exilio, Lorca en el barranco de Víznar, la mujer con la ruina de todo. Y el niño, con la pérdida de lo que durante un tiempo pudo llamar patria.

(Eduardo Haro Tecglen. De su libro El niño republicano)


He sentido la tentación de escribir sobre este tema en muchas ocasiones. Hasta ahora, nunca me había decidido a sentarme delante del ordenador y a teclear un artículo dedicado enteramente al asunto. Lo he rozado en algunos posts, me he referido a él de pasada, pero hoy entro en faena.

Soy español de origen, al nacer hijo de padres españoles, tal y cómo establece la legislación en materia de nacionalidad, recogida en el Código Civil. Jurídicamente hablando, legalmente hablando, soy español hasta las cachas. Al igual que yo, otros cuarenta millones de seres poseen la nacionalidad española.

Podremos estar o no de acuerdo en multitud de facetas y aspectos de la realidad, podremos discutir con vehemencia sobre el sexo de los ángeles, pero lo expuesto en el párrafo anterior es implacable. De cara a obtener prestaciones de la Seguridad Social, para realizar cualquier trámite administrativo, con la ley en la mano, somos españoles y debemos presentar nuestro DNI (Documento Nacional de Identidad) hasta para solicitar oxígeno con el que respirar.

Que la expedición de estos documentos sirva para reforzar los temibles mecanismos del control social es algo cierto, pero no quiero desviarme de la cuestión central de este texto. Estadísticamente hablando soy español, pero uno es persona, no un robot automatizado, tiene sentimientos, moral, ética (o por lo menos se pretende). Es perfectamente compatible la nacionalidad española con el sentimiento nacional vasco. Y con el catalán o con el gallego. Incluso con el castellano o con el andaluz.

Nací en Andalucía, comunidad postergada y marginada por el centralismo, insultada a veces por sectores de los nacionalismos periféricos. El movimiento nacionalista andaluz, ligado históricamente a las reivindicaciones del campesinado anarcosindicalista, está prácticamente muerto. La llama libertadora que encendiera en su día Blas Infante fue apagada en la Transición por el andalucismo reformista y traicionero de Rojas Marcos y cia. Sobreviven determinados núcleos nacionalistas, siendo el más importante de ellos la CUT-BAI (Colectivo de Unidad de los Trabajadores por un Bloque Andaluz de Izquierdas), integrada formalmente en IU y asociada ideológicamente al SOC (Sindicato de Obreros del Campo), con fuerte impronta en el medio rural andaluz.

El nacionalismo andaluz, teorizado y desarrollado por el notario malagueño Blas Infante, reclamaba la reforma agraria, pedía tierra y libertad, a la vez que desempolvaba el pasado de Al-Andalus. Iluminando ese período clave de nuestra historia, intentando recuperar parte de lo que el integrismo católico destruyó, Infante cuestionaba las gestas de la Reconquista, descubriéndonos un Islam abierto y antiortodoxo, que pondría los pelos de punta a los ayatolás y a los cruzados del presente.

Pretendía Infante un renacimiento cultural y político de Andalucía, en el marco de una España federal, una vez acabada la vieja España. El 11 de Agosto de 1936, en el kilómetro cuatro de la carretera de Carmona, Blas Infante era fusilado por elementos golpistas, representantes de esa vieja España, que se levantó en armas contra la República.

Personalmente, soy partidario de la reforma agraria, vitalmente necesaria para resucitar las miles y miles de hectáreas de tierras baldías, propiedad de caciques, algunos de ellos condecorados por el gobierno pesoísta de Manuel Chaves, cómo la misma duquesa de Alba. Cómo iba a olvidarme de Al-Andalus, cuando desde pequeño me ha fascinado, siendo descendiente de moriscos conversos al cristianismo, con casi total seguridad. Independentista no soy, aunque respeto a los que lo sean y admiro su coraje, y envidio su capacidad de respuesta ante la injusticia, frente a la actitud pactista y conciliadora de otros.

Creo en una España distinta. Creo en la posibilidad de construir un nuevo país, aunando esfuerzos, desterrando viejas querellas, tendiendo puentes. Considero que no podemos hablar del problema vasco, ni del catalán, sino del problema español. Hablemos con propiedad: España es el problema. Esta España, impuesta a golpe de bayoneta desde el poder, esta España que algunos aceptaron con resignación y que otros combatieron con heroísmo. Este proyecto de nación, edificado a mayor gloria de las clases dominantes, construido contra el pueblo.

Los panegiristas de la cosa escriben sesudos mamotretos donde exclaman que España es la nación más vieja de Europa. Mienten a sabiendas. Fueron los Reyes Católicos, sus amados y reverenciados Reyes Católicos, los que empezaron a organizar un Estado unitario, sobre la base de varios reinos: Castilla-León, la Corona de Aragón, Navarra, Granada,... Aquel era un Estado plurinacional, varias naciones conviviendo bajo el mismo rey, pero con fueros propios e incluso aduanas entre uno y otro territorio. España era un concepto geográfico, derivado de la Hispania romana, que englobaba también a Portugal.

Los sucesivos monarcas del tinglado, imperialistas por vocación, agrandaron el Estado, disponiendo para ello de las vidas de sus súbditos, fieles los más y levantiscos los menos. Conquistando América del Sur, a costa de las vidas de millones de sus pobladores originarios, todo fuera para engordar las arcas de la Monarquía y las bolsas de los válidos. Enfrascándose en guerras europeas, enviando al matadero a miles de españoles, los famosos tercios viejos de Flandes. Repartiendo el Imperio con potencias más pujantes, cuando empezó a ponerse el sol sobre el que pontificara Felipe II.

Las disputas sucesorias, dividieron a los reinos hispanos, decantándose cada cual por un pretendiente. Cuando no era Cataluña la que se rebelaba, era Portugal el que intentaba independizarse. La Guerra de Sucesión (1702-1715) vino a fragmentar la supuesta unidad nacional, sellada a sangre y fuego por la nueva dinastía reinante, los Borbones. Felipe V abolió los fueros catalanes con la imposición de los Decretos de Nueva Planta, sembrando las primitivas causas del nacionalismo catalán.

Fue Napoleón Bonaparte el que despertó el sentimiento nacional español, que unió a los diferentes estratos de la sociedad contra el francés en la Guerra de la Independencia (1808-1814). Unos, por pura conveniencia, asustados ante los vientos revolucionarios que soplaban desde Francia, temerosos de perder sus privilegios. Otros, el pueblo llano, por defender sus hogares y a los suyos, en respuesta a la violencia y al terror que representa cualquier ocupación militar.

Discurre así el siglo XIX, con su resaca de pronunciamientos y destronamientos, con la cuestión obrera en ciernes, rosario de moderados y progresistas, trufado todo ello con la boina roja del carlismo. Esta centuria demostró que la producción de espadones es una de las más fructíferas industrias del país. Por estos andurriales de Dios, pegas una patada y te salen caudillos y salvadores de la patria, hasta por debajo de las piedras.

La causa carlista, surgida de la frustración del infante Carlos María Isidro, hermano menor del déspota Fernando VII, al ver relegada su aspiración al trono tras el nacimiento de Isabel II y la posterior derogación de la Ley Sálica (1832-1833), supo reconvertirse a tiempo, en una defensa cerrada de los fueros regionales, suprimidos por el liberalismo individualista. De las fuentes del carlismo beberá el naciente nacionalismo vasco. Carlista serán la familia y el entorno de Dolores Ibárruri, la más popular dirigente del comunismo español.

La Revolución Gloriosa de 1868 traerá el derrocamiento de Isabel II y el establecimiento de un régimen provisional, una monarquía sin rey, en permanente búsqueda de candidatos al trono. Dominado por los generales, el nuevo Estado desembocará en la Primera República(1873-1874), con el paréntesis del reinado de Amadeo de Saboya. Una República mediatizada por tres conflictos abiertos: el levantamiento independentista de Cuba, la tercera guerra carlista y la aparición de los cantones. Desdichada Primera República Española, vigilada de cerca por el Ejército, sin poder real y efectivo, entre todos la mataron y ella sola se murió.

En aquel primer período republicano se redactó un proyecto de Constitución Federal, que no llegó a ser promulgada, ante las consabidas presiones de las fuerzas vivas. Surgía así el federalismo, cómo un intento de reorganizar territorialmente el Estado centralista en base a parámetros democráticos. Vieja aspiración del ala izquierda del liberalismo denominado progresista, conectaría seguidamente con los movimientos revolucionarios de nuevo cuño, alentadores de un mundo nuevo: el marxismo y el anarquismo.

El federalismo fue un proyecto fallido, superado por la lógica de los acontecimientos, arrollado por la Restauración borbónica (1874-1931). Este nuevo entramado de intereses y corruptelas, dirigido por el historiador andaluz (malagueño cómo Infante) Antonio Cánovas del Castillo, acabó con los fueros de las provincias vascongadas, fomentando de paso el vasquismo de Sabino Arana.

La Restauración quedó atascada en Marruecos, con las finas manos del rey Alfonso XIII manchadas de la sangre de sus súbditos, exterminados en Annual (1921) debido a la bravuconería insensata del general Fernández Silvestre, animado por el monarca al grito de Olé tus cojones. El general de división Juan Picasso fue el encargado de delimitar el grado de responsabilidades en la cadena de despropósitos que condujeron al desastre de Annual, provocando la muerte de más de 13.000 soldados del ejército colonial español. El expediente Picasso era demoledor para los altos mandos de la milicia y para el propio rey. Sólo el golpe de Miguel Primo de Rivera pudo parar aquello y retrasar 8 años la implosión del sistema canovista.

Con la Segunda República (1931-1939), forma Gobierno la pequeñoburguesía liberal, presta a llevar a cabo una vasta reformulación de España, con la colaboración de los partidos obreros. Herederos de Salmerón o Pi y Margall, hijos y nietos de los krausistas, al albur de la Institución Libre de Enseñanza, aquella generación de políticos naufragó, ante la acometida revolucionaria de las masas hambrientas y el naciente fascismo, hábilmente alimentado por la élite alfonsina.

Es, paradójicamente, en medio de una terrible guerra civil, cuando los intelectuales del bando republicano elaboran el concepto de la otra España. En el frente, en las ciudades sitiadas y devastadas por los bombardeos facciosos, se va tejiendo un nuevo país, una patria por la que merecía la pena luchar, y morir si las circunstancias así lo requerían. Nunca el nombre de España significó tanto. Los militantes de la izquierda revolucionaria de todo el globo nunca olvidaron a esa España.

Recreando una conciencia nacional adecuada a la empresa que se libraba, rescatando los mejores ejemplos de tiempos pretéritos, plasmando en poemas y en prosas de combate el germen de un despertar nacional. El objetivo final era dotar de un corpus político-místico a los diversos pueblos de España, frente a la morralla de los nacionales.

Con la victoria franquista, quedó truncada aquella visión de España, institucionalizándose, con más fuerza aún si cabe que en el pasado, la España de facto. El nuevo estado de las cosas liquidó la esperanza republicana, borrando con ahínco el morao de las banderas. La dictadura se apropió del patriotismo, prostituyéndolo a lo largo de las décadas, demonizando al contrario, negando la españolidad de los republicanos. Acabaron logrando su pretensión: que ciertas izquierdas odiaran a España y que Su España apareciera cómo la única posible.

La estrategia represiva del régimen, destinada a demoler los cimientos de aquella otra patria, causó estragos en la cultura y en la vida diaria de las nacionalidades periféricas. Proscribiendo sus lenguas vernáculas, anatemizando su folklore, desconociendo sus instituciones de autogobierno, se consiguió el efecto contrario al perseguido. Contra esa España, floreció el catalanismo. Contra la paz de los cementerios que imponían desde El Pardo, nació ETA, cómo expresión armada de una determinada concepción del nacionalismo vasco, renovado por el tamiz marxista-leninista.

El franquismo degeneró en monarquía parlamentaria. A Franco le sucedían los franquistas, con el acompañamiento coreográfico de la leal oposición. El cambio y la ruptura, quedaron arrumbados, por obra y gracia del gran capital, propietario de todos los españoles.

La España roja, el país tricolor que iluminó el mundo con su ejemplo, quedó enterrado en una fosa común, bajo toneladas y toneladas de mentiras, manipulaciones y consensos. El sistema autonómico no ha resuelto en estos treinta años el problema nacional español. Siguen existiendo españoles legales que no lo son, sentimentalmente hablando. Mientras eso ocurra, España no será una nación.

El terrorismo vasquista vuelve en estas horas a matar españolitos, incluso le hace el trabajo sucio a la oligarquía española, robándoles la vida a dos ecuatorianos. Continúa la razzia españolista contra todo lo que huela a independentismo vasco, atentando contra la Razón y contra el Derecho, aunque sea en su bendito nombre.

Pobre España, pobre solar centenario donde nacimos. Quizás todo hubiera sido distinto, si nos hubiéramos atrevido a cortarle la cabeza a Fernando VII. Qué hubiera sido de este país si el pueblo hubiera instalado la guillotina eléctrica en la Puerta del Sol, tras y cómo reclamaba Max Estrella, personaje central de Luces de Bohemia, de Valle-Inclán.

Tal vez otro gallo nos hubiera cantado. Gallo rojo, Gallo negro, cantaba Chicho Sánchez Ferlosio, símbolo él mismo de las dos Españas, hijo de un fundador de la Falange, hermano de un grandísimo escritor a contracorriente, uno de los nuestros él mismo.

España roja, España negra. Apostemos por la roja, porque roja es la sangre que corre por nuestras venas, rojo es nuestro futuro, rojo será el nuevo amanecer.