sábado, julio 04, 2009

Karl Malden, por narices


Nariz rota. Mirada desafiante. Típico y tópico usamericano medio. Mladen George Sekulovich, para nosotros Karl Malden.

Careto de granito, hechuras de tiarrón del Norte, la pipa al cinto y el puño apretado, plantado en mitad de un duelo, bajo el sol pegajoso de Texas, el silencio quebrado por las puertas batientes del saloon. Cobijado en la sombra de un descomunal bloque de apartamentos, subiendo la escalera de incendios, la gabardina empapada de lluvia sucia, de apestosa lluvia neoyorquina.

Enfrente Brando. O McQueen. Rod Steiger pisándote los talones. Carroll Baker desnuda en su cuna de muñequita, provocándote. Eli Wallach descojonándose, jodido judío, maldito hijo de Israel. Enredado en el tumulto, enmarañado en la jungla hollywoodiense, huyendo de la policía, acorralado por un par de hampones, de gatillo fácil y cortas entendederas, persiguiendo a los apaches, hasta el The End.

Actor's Studio en vena, método Stanislavski rebosando por los poros, Karl Malden coprotagonizó grandes clásicos del cine, animó filmes mediocres, prestó su carisma a subproductos meramente alimenticios. Fue el amigo fraterno de Marlon Brando, el defensor del chivato Elia Kazan, el marido de Mona Greenberg a lo largo de siete décadas.

Serbio y checo, estadounidense de Indiana, bajo sus fosas nasales pluscuamperfectas se refugiaba un consagrado maestro en el arte del cinematógrafo.

Arrecia el verano, cobrándose piezas. Pronto, Karl Malden, un numerito más en la perra estadística de ancianos víctimas de esta ola de calor.

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